En este día, fue la asunción del cuerpo de nuestra Señora Santa María, la Madre de Dios. Mientras estaba en vela, orando en el Santo Sepulcro, y esperando el minuto feliz de su liberación de las ataduras de la carne, el Espíritu Santo le informó de su inminente partida de este mundo vano. Cuando se acercaba el tiempo, los discípulos y las vírgenes del monte de los Olivos
(Zeiton) llegarón y la señora estaba acostada en su cama. Nuestro Señor, rodeado de miles y miles de ángeles, se acercó a ella. Él la consoló, y le anunció el gozo eterno que fue preparado para ella. Ella estaba feliz, y le tendió la mano, bendijo a los discípulos, y las vírgenes. Entonces, ella entregó su alma pura en la mano de su Hijo y Dios, Jesucristo, quien la subió a las viviendas superiores. En el cuerpo puro, que envolvía y lo llevó a Getsemaní. En el camino, algunos de los Judíos bloquearon el camino frente de los discípulos para impedir el entierro. Uno de ellos tocó el ataúd y sus manos fueron separadas de su cuerpo, y se quedó colgando hasta que cree y se arrepinte de su acción maliciosa. Con las oraciones de los santos discípulos, se vuelve a unir sus manos a su cuerpo como lo habían sido antes. Santo Tomás estaba ausente en el momento de la salida de Santa María, y vino después del entierro. En su camino de regreso a Jerusalén, Santo Tomás vio ángeles que llevan cuerpo puro de Santa María y ascendiendo con él al cielo, y uno de los ángeles le dijo: "Date prisa y besa el cuerpo puro de Santa María". Cuando llegó a los discípulos, le informaron acerca de la partida de Santa María. Él les dijo: "no voy a creer, a menos que vea su cuerpo, como todos ustedes saben cómo me hizo dudar de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo antes." Lo llevaron a la tumba, para descubrir el cuerpo pero no lo encontraron, y se quedaron perplejos y asombrados. Santo Tomás les dijo cómo había visto el cuerpo puro de ascender al cielo, llevado por los ángeles. El Espíritu Santo entonces les dijo: "El Señor tiene por voluntad no abandonar su cuerpo santo en la tierra." El Señor había prometido a sus apóstoles puros que la verían en la carne en otro tiempo. Estaban esperando el cumplimiento de esta promesa veraz, hasta el día dieciséis del mes de Mesra, cuando la promesa de verla se cumplió. Se la vio sentada a la diestra de su Hijo y su Señor, rodeado por el Ejército angélico, como profetizó David y dijo: "En su mano derecha está la reina." (Salmo 45:9) La vida de Santa María en la tierra fue de sesenta años, pasó doce años de ellos en el templo, treinta años en la casa del justo San José, y catorce años en el cuidado de San Juan Evangelista, como el Señor le ordenó diciendo: "Mujer aquí tienes a tu Hijo", y a San Juan: "Ahí tienes a tu Madre." Que su intercesión nos acompañe siempre. Amén.
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